marzo 28, 2023

La seguridad alimentaria con soberanía y la exportación de alimentos

En “El Deber”, 1 diario de circulación nacional se considera a la soberanía alimentaria como “innecesaria”, pues “si un país no produce cierto alimento no quiere decir que no pueda consumirlo…lo puede comprar a otro…”,¡claro!, para eso están los países inmersos en el mercantil Disney World, que en verdad de perogrullo propia de los modelos neoclásicos y suponiendo apertura externa irrestricta, competencia perfecta y libre comercio entre ellos, si “no siembran trigo…no les falta pan” ó si “usan aceite de soya…o fabrican chocolate”, lo hacen “sin sembrar soya…(ni) sembrar cacao”.

Vaya ejemplos, ¿ingenuos e irónicos? que banalizan la Constitución Política del Estado Plurinacional en cuanto a forjar el taki o camino estratégico con una economía política que procure la seguridad alimentaria con soberanía a la población, dadas las condiciones coloniales de vieja data acentuadas por el desarrollismo de la desvirtuada “revolución nacional” que re-constituyó el latifundio en las tierras bajas y por el neo-liberalismo (1985-2005) promotor en ellas del monocultivo y la agroindustria para la exportación.

Más que aclarar el economicismo del “master”, conviene notar que en la estructura propietaria latifundiaria del oriente boliviano con tierra otorgada casi gratuitamente por gobiernos militares a la oligarquía criolla y a empresarios extranjerizados, se expandió el monocultivo de la soya en más de un millón de hectáreas, depredando la selva y agotando la tierra, para exportarla a países principalmente de la Comunidad Andina como grano o procesada en aceites y derivados (torta y harina), gracias a la vigencia del “arancel cero” y la protección de su “arancel externo común” frente a la producción oleaginosa de Brasil, Argentina y Paraguay.

También cabe notar como el “master” desvirtúa la política de sustitución de alimentos importados con producción nacional 2 en procura de la soberanía alimentaria; califica a ésta, ignorante de la economía política y prejuzgando que una cosa es “política” y otra muy distinta, nada menos ni más, que la “economía”, una suerte de “eufemismo para lo que en economía se llama sustitución de importaciones”, medida instrumental útil que no tendría porque ir al “fracaso” ni tener “consecuencias negativas” instrumentada selectiva, apropiada y eficazmente.

Actualmente el encarecimiento del precio externo de los alimentos producidos en el país se genera artificialmente mediante el comercio exterior, por la imposición de la llamada “ley de un solo precio” pese a que son bajos los costos de producción por ejemplo de la soya y sus derivados, con el diesel subsidiado por el Estado y los también bajos niveles salariales que se pagan en moneda nacional y no en divisas, 3 es decir producción con costos comparativamente menores a los del exterior. Todo ello es precisamente lo que para el capital representan las “ventajas competitivas”.

Es decir ventajas que inducen a las empresas agroindustriales transnacionales a producir y exportar aceite de soya (o de girasol y mezclas), vendido mayoritariamente al exterior en estado “crudo” y como “refinado” en una proporción menor al 20% del valor total exportado, para aún procesarlo en el exterior y recién venderlo como bien para el consumo final, si, para uso de consumidores con ingreso promedio mayor al de los bolivianos que no se benefician del “libre comercio” sustentado en las “ventajas competitivas”. Estas ventas, en rigor, terminan redituando pingues ganancias al capital internacional del rubro.

Esas empresas abastecen de aceite vegetal a los hogares bolivianos, en proporción muy de menos al 100% del total producido y exportado en el país (entre el 15-18%), vendido a granel o embasado para consumo final. Pero de no mediar la actual política de seguridad alimentaria con soberanía, que sólo permite exportar excedentes de la producción una vez cubierta en cuantía suficiente y a precio justo la demanda interna, los hogares bolivianos no podrían usar el aceite producido en su propio país o tendrían que pagar por él un precio elevado (internacional), en condiciones en que se agudiza la crisis alimentaria en el mundo y se acentúa el control oligopólico de los alimentos por parte de un puñado de empresas transnacionales.

La política de exportación regulada de alimentos de primera necesidad, que hoy por hoy no pasan de diez, 4 debió implementarse el 2008 cuando la tasa de inflación que en años anteriores llegó como máximo a 5%, ascendió a casi 12% por la escasez de alimentos de primera necesidad en el mercado interno debido al agio y la especulación en torno a ellos, a su ocultamiento y exportación legal o ilegal, en procura de sobre-rentas por ventas a precios internacionales fuera del país. Con esta política ya en 2009 y hasta la fecha, se frenó la inflación experimentada en 2008. Este año la tasa de inflación se redujo a 0.26%, siendo 0.37% a septiembre de 2012.

Sin embargo, el “master” (maestro en inglés) vuelve a la carga indicando que “la soberanía alimentaria es además, costosa, porque existen ciertos productos que no son aptos para ser cultivados en un país. Producir manzanas en Ecuador es costoso porque el clima ecuatoriano no es apto para ello. Producir bananas en Chile es costoso por los mismos motivos”. Válganos Dios. ¿Será que a título de soberanía alimentaria se nos ocurriría sembrar palmeras en nuestro altiplano?, aunque si es importante sustituir gran parte del monocultivo de la soya sembrando trigo, necesario para producir el pan que se consume a diario en Bolivia.

En efecto, hasta antes de 2006 prácticamente toda la producción industrial de harina en el país se efectuaba con trigo importado, donado por USAID gracias al excedente que se produce en la agricultura subsidiada del país del norte, que si tiene claro esto de la soberanía alimentaria. Actualmente en Bolivia, la dependencia de trigo importado sólo llega a 44%, en gran parte gracias a la política en pro de la seguridad alimentaria con soberanía que practica EMAPA. Al respecto el mencionado maestro posiblemente nos diría: ¡pero esto es política, no economía!; bueno, que la inocencia le valga.

1          En www.eldeber.com.bo/vernotacolumnistas puede leerse el artículo “Soberanía alimentaria: innecesaria y costosa”, firmado por Javier Paz García, auto calificado como “Máster en Economía”.

2          A tiempo de proclamar que “el discurso de la soberanía alimentaria apela al nacionalismo, incluso a la xenofobia, y es un instrumento en el arsenal de los populistas y demagogos para mostrarse como defensores de los intereses nacionales”.

3          Es decir la moneda fuerte para el comercio exterior. En nuestra región EE.UU. impuso éste rol al dólar, hoy por hoy con un tipo de cambio muy volátil por la crisis internacional cuyos efectos negativos sobre la economía boliviana se evitan, entre otras medidas, con la política de apreciación de la moneda nacional, que además les genera urticaria a los neoliberales pro exportadores que propugnan lo contrario, es decir la depreciación continúa del “boliviano” con respecto al dólar, como sucedió entre 1985-2005, para brindar otra fuete adicional (competitiva) de ganancias a los exportadores,

4          Aceite de soya y sus derivados de la molienda del grano (torta y harina, necesarias para el engorde de aves de corral y otros animales), maíz “amarillo duro”, arroz, azúcar, sorgo y carne de res.

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