abril 20, 2024

Prisioneros de la burocracia

Si hay un problema que caracteriza el proceso político boliviano, es justamente su burocracia. Definitivamente creo que uno de sus rasgos es ser prisionero de su propia burocracia.

Max Weber, sociólogo alemán, decía que el tipo de organización administrativa puramente burocrática es el más eficiente y que la burocracia es el medio formal más racional que se conoce para lograr el control efectivo sobre los seres humanos, superior a cualquier otra forma de organización en cuanto a precisión, estabilidad, disciplina y operabilidad, porque implica la adaptación de los medios a los fines, lo que hace posible un alto grado de cálculo de resultados y predictibilidad. Burocracia y eficacia serían para él casi sinónimas.

Contrariamente, en el polo opuesto a Weber, Hannah Arendt, desde una perspectiva absolutamente critica, tomando como referente su estudio sobre la burocracia nazi, sostiene que la burocracia moderna funciona bajo la impersonalidad, lo que genera una de las formas más crueles pues se trata de un “gobierno de nadie”, lo que no significa que nadie gobierne, sino que diluye la responsabilidad en la impersonalidad.

Desde la literatura el famoso escritor checo, Franz Kafka, a su manera, dibujó también un retrato de la burocracia moderna en su inmortal libro El Castillo, en el que la describe como una enrome máquina laberíntica sin salida, manejada por seres irracionales.

Poco antes de morir, un amigo palestino que en vida fue embajador de ese país en España, miembro de la OLP y amigo de Arafat, me contó que conoció muy bien la burocracia egipcia, que era una de las más antiguas del mundo, pero que la boliviana la superaba. Es claro que no hablaba en términos positivos.

Cuando pienso en la burocracia boliviana, de todos quienes he citado, me quedo sobre todo con los dos últimos. La burocracia criolla es aún más kafkiana que la de Kafka, estamos en las antípodas de Weber porque si algo le falta es precisamente racionalidad, aunque también tiene algo que la concepción arendtiana describe: la forma impersonal de diluir la responsabilidad.

El gran problema de la burocracia en nuestro país es que no pudo ponerse a la altura de los desafíos que impuso el proceso político de la última década. Perdió de vista su fin último y su razón de ser que es la mejora de la calidad de vida de la población, convirtiéndose en un fin en sí misma. Sumergida en los laberintos de sus escritorios, la burocracia se ocupó de crear procesos administrativos complicados y pesados y, en vez de ser el soporte operativo de la gestión política, terminó sometiéndola a la lógica mezquina de las fechas, los procedimientos, las cartas, los informes y los memorándums, hasta hacerla su rehén. Muy frecuentemente, las prioridades políticas quedaron perdidas en los laberintos de los procedimientos y los papeles y hoy la gestión política es prisionera de la lógica burocrática.

La famosa responsabilidad por la función pública se convirtió en un mecanismos que, en lugar de fomentar la responsabilidad como actitud ética frente al trabajo del Estado, es un medio de persecución obsesivamente punitivo de los funcionarios, tan contra productivo que termina alentando justamente lo contrario, la evasión de responsabilidades, porque asumirlas supone muchos riesgos. Entonces mejor pasar a otro la papa caliente y lavarse las manos lo antes posible.

Es claro que en el proceso político boliviano existe una enorme contradicción entre las grandes aspiraciones políticas y los limitados márgenes que impone la burocracia. En esta contradicción sin duda radica una parte de las limitaciones de este proceso. Entender por qué la lógica muerta de la burocrática logró imponerse sobre las prioridades políticas más vivas, es un hecho que merece una reflexión más profunda.


* Socióloga.

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