Por Arturo Huerta González-.
En la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, así como en la mente de los economistas convencionales, predomina la posición que los déficits fiscales son insostenibles, que son irresponsables, porque presionan al alza a la tasa de interés y sobreprecios e incrementan la deuda pública, lo que implica una carga a las presentes y futuras generaciones, por lo que no contribuyen al crecimiento económico.
Sin embargo, los países desarrollados están trabajando con déficit fiscales hasta más del 20% del Producto Interno Bruto (PIB) y ello no está aumentando la tasa de interés, ni la inflación. Predominan tasas de interés cercanas a cero o negativas, como en Japón y Alemania. Ello les está permitiendo reducir el desempleo y frenar la crisis. Lo mismo puede acontecer en nuestros países. Los economistas convencionales señalan que, de bajar la tasa de interés, habría salida de capitales y, sin embargo, a pesar de que varios países han bajado sustancialmente su tasa de interés, el capital no está saliendo. La tasa de interés de referencia en Perú es 0,25%, en Chile es 0,5%, en Colombia es 1,75%, en Brasil 2,75% y en Bolivia 2,92%. La baja tasa de interés tiene que ir acompañada de mayor gasto público para incrementar empleo y demanda y así la actividad económica, para que esta crezca más que la tasa de interés de la deuda, para poder cubrir su pago y reducir el déficit fiscal y la deuda pública. Así se evitará incrementar la carga del servicio de la deuda para las presentes y futuras generaciones, que es la preocupación de los economistas convencionales.
El mayor gasto público en el contexto actual, no será inflacionario, debido a los altos niveles de desempleo y capacidad ociosa existentes, que permitirían incrementar la producción para satisfacer la mayor demanda, sin ocasionar presiones, sobreprecios, sobre el sector externo y el tipo de cambio.
Si algunos países enfrentan presiones sobre el tipo de cambio, no deben proceder a subir la tasa de interés para frenar salida de capitales y evitar la devaluación de sus monedas. Deben regular los movimientos de capitales para evitar prácticas especulativas que desquician la economía. En propio Fondo Monetario Internacional (FMI) ha recomendado que, en contextos de crisis e incertidumbre, los países deben regular el movimiento de capitales para evitar prácticas especulativas. Asimismo, al impulsar el crecimiento del mercado interno con el mayor gasto público, se configurarán condiciones de rentabilidad en el sector productivo, para que el capital invierta ahí y no salga del país.
Es mejor que los países trabajen con tipo de cambio flexible, pues ello mejora la competitividad y permite trabajar con baja tasa de interés y más gasto público a favor del empleo y el crecimiento.
Ciertos gobiernos están tratando de limitar el crecimiento de su deuda, y de poner límites de relación de endeudamiento respecto al PIB, por lo que están recortando sus gastos para reducir el déficit fiscal. Ello les está impidiendo encarar la pandemia, como reducir el desempleo y la miseria, y retomar el crecimiento económico. La política fiscal no debe ser evaluada respecto al déficit fiscal o la relación de endeudamiento, sino en función de su impacto sobre la actividad económica. Hay que considerar que la deuda en sí no es mala, si se canaliza a generar empleo, a fortalecer la esfera productiva, lo que permitiría aumentar el ingreso nacional y así la recaudación tributaria, que reduciría la deuda. Lo que los gobiernos deben hacer es emitir deuda interna a baja tasa de interés, y al crecer la recaudación más que la tasa de interés, la deuda y la relación de deuda respecto al PIB se reducirá. Además, la deuda interna se refinancia permanentemente y el banco central la puede adquirir. Los gobiernos no deben endeudarse en dólares, pues no los emitimos, y no generamos condiciones de pago, debido a que nuestras economías se caracterizan por tener déficit de comercio exterior en contexto de crecimiento económico.
En el contexto de caída de exportaciones, como del consumo e inversión privada y de altos niveles de endeudamiento de empresas e individuos, no se justifica los recortes presupuestales del gobierno para evitar caer en déficit fiscal y mayor deuda pública. Por el contrario, los gobiernos deben incrementar el gasto en la magnitud suficiente para frenar la pandemia, ampliar empleo y reactivar la economía.
De no incrementarse el gasto público deficitario, proseguirá el desempleo, la falta de atención médica para frenar la pandemia, lo que conllevará a que la crisis económica y social se prolongue y aumente el distanciamiento entre los países ricos y nosotros. Mientras ellos instrumentan políticas para adquirir vacunas para su población y salir de la crisis, en América Latina predominan los enfoques de austeridad fiscal y no crecimiento de la deuda pública, para ser bien vistos por las calificadoras internacionales y el capital financiero, a costa de que prosiga la pandemia y nos perpetuemos en el subdesarrollo. Se acentuará el crecimiento diferencial entre los países desarrollados y exitosos, respecto a América Latina, y seremos más frágiles y vulnerables.
Los gobiernos deben modificar las leyes para que el banco central compre deuda directa del gobierno a baja tasa de interés, para que este gaste lo necesario para encarar los problemas de pandemia, desempleo, subempleo, pobreza, desigualdad del ingreso y estancamiento que enfrentan.
Las autoridades monetarias y hacendarias deben dejar de tener como objetivo la estabilidad del tipo de cambio, como la austeridad fiscal y la reducción de la deuda pública, para poder flexibilizar la política monetaria cambiaria y fiscal a favor del combate a la pandemia, como del empleo y el crecimiento económico.
La deuda pública se paga por si sola al impulsar el crecimiento económico y el ingreso de empresas e individuos, lo que se traducirá en menor deuda privada y en mayor recaudación tributaria que reduce el déficit fiscal y el monto de la deuda pública.
- Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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