Por Amy Goodman (Periodista)-.
La violencia de Israel en Gaza
La novelista, poeta y activista palestina Susan Abulhawa regresó recientemente de pasar dos semanas en la Franja de Gaza, donde fue testigo de primera mano de la destrucción y la miseria que ha causado en el enclave palestino y en su pueblo el implacable ataque de Israel. Abulhawa habló con Democracy Now! el miércoles pasado desde El Cairo, un día después de su regreso, y dijo que para los palestinos de Gaza “el trauma es inconmensurable”. Abulhawa describe escuchar historias de abusos, humillaciones y torturas a manos de los soldados israelíes mientras la gente lucha por cubrir las necesidades básicas para sobrevivir.
Israel continúa sus ataques contra Gaza al tiempo que los palestinos celebran el primer día del Ramadán. El número de muertos desde que Israel comenzó su asalto hace cinco meses ha superado los 31 mil.
Para más información de la situación sobre el terreno en Gaza, presentamos un extracto de la segunda parte de nuestra conversación con la novelista, poeta, y activista palestina Susan Abulhawa. Es autora de varios libros, incluyendo su primera novela Amaneceres en Jenin, traducida a 32 idiomas. Es fundadora y codirectora de Parques Infantiles para Palestina, una organización que trabaja con niños, y es la directora ejecutiva del Festival de Literatura Palestina Escribe. Nos acompañó la semana pasada desde El Cairo, Egipto, un día después de regresar de un viaje de dos semanas a Gaza. Le pregunté sobre el nivel de trauma que están experimentando los niños en Gaza. Ella respondió:
“El trauma es inconmensurable, francamente, no solo para los niños, sino para todo el mundo. Hablé con muchas mujeres en particular, que se estaban recuperando en un hospital o estaban allí acompañando a sus niños que se estaban recuperando. Las historias que me contaron parecen salidas de una película de terror de Hollywood. Quiero decir, tengo fotos de las espaldas de hombres en las que soldados israelíes grabaron imágenes de caras sonrientes, estrellas de David, etcétera, grabadas en su piel. Estas mujeres me compartieron historias de soldados israelíes que las ponían, a cientos de mujeres, en el suelo y luego se reían mientras blandían sus armas con mira láser, y luego, donde fuera que apuntara el láser, disparaban.
Hablé con una mujer cuya hija de tres años tenía ambas piernas destrozadas, y estaba en el hospital recuperándose. Fue intencional, un soldado le disparó intencionalmente. Y esto le pasó a su hija después de que mataron a su hijo, a quien dispararon en la cabeza, en lo que ella describió como un ataque de un tanque que jugó con ellos durante unos 30 minutos antes de que finalmente dispararan el último proyectil que mató a su hijo.
Personas obligadas a abandonar hospitales con lesiones graves, personas obligadas a caminar durante horas para llegar a un lugar seguro. Niños y adultos que huían de sus hogares, tratando de llegar al sur, obligados a caminar con las manos arriba, con sus identificaciones a la vista, y si alguien se atreve a bajar la mirada o recoger cualquier cosa, son eliminados. Literalmente son baleados por francotiradores.
Las escenas que narraban… Hablé con una niña que tenía unos ocho años, cuya cara estaba muy quemada, pero sus heridas eran las más leves de toda la familia. La familia entera tenía quemaduras de tercer grado por todos sus cuerpos. Y lo que me explicó… De nuevo, no sé cómo un niño sobrevive a eso.
Pasé un tiempo en un hospital, en una sala de maternidad, donde había recién nacidos que tenían… que no estaban identificados o que sí lo estaban, pero cuyas familias estaban ausentes y ya no estaban allí, o nadie sabe qué les pasó. Estos recién nacidos están pasando las 24 horas del día, los siete días de la semana, en incubadoras sin ningún contacto humano, realmente, excepto cuando vienen a alimentarlos, porque el personal de enfermería y los médicos están bastante agotados y sobrecargados de trabajo. Las personas están siendo dadas de alta de los hospitales con heridas y van a las tiendas de campaña donde no tienen agua potable ni una higiene adecuada, y en donde contraen infecciones horribles y mueren de sepsis.
La vida en la playa, ya saben, la playa es donde los palestinos solían ir para divertirse, amar, estar con la familia. Y ahora es una tortura, porque muchas tiendas de campaña se instalan en la arena, y la arena está en todos lados. La piel de la gente está quemada. Los niños caminan con las mejillas agrietadas por el sol y la arena. La arena está en cada bocado de comida.
La comida que entra, en Rafah, es principalmente comida enlatada. Y la mayor parte –y creo usted insinuó esto antes, y yo la he visto y la he probado– son cosas que claramente han estado almacenadas durante décadas. Y todo tiene un sabor a rancio y al metal de la lata.
La gente planifica sus días en base a los intentos de conseguir acceso a un baño individual que es compartido con otros cientos de familias. Tratan de mantener lo mejor posible su higiene, pero es imposible. Y cuando la gente sucumbe a vivir en la suciedad… Creo que tal vez la gente en Occidente de alguna manera tiene este pensamiento impulsivo de que la mayoría de las personas de color viven así. Y es un poco humillante tener que explicar que en realidad no vivimos en la suciedad. Y es degradante, más allá de lo que puedan imaginar, verse obligado a vivir así durante meses, no tener forma de proteger a tus hijos, ni de darles esperanza, ni de calmar sus miedos.
No hay privacidad en las carpas, porque no hay suficientes carpas para todas las familias. Así que las familias son separadas, decenas de mujeres en una carpa y decenas en otra. Los cónyuges ni siquiera pueden abrazarse por la noche, cuando más necesitan ese cariño. Son estos detalles los que están traumatizando de forma masiva a los niños, padres, madres y a la gente mayor.
La gente no tiene medicamentos. La gente se está muriendo por falta de insulina, producto que, por cierto, Israel prohíbe su entrada en Gaza. Y se están muriendo de diarrea, porque beben agua contaminada, e Israel también tiene prohibido el tratamiento de agua, sistemas de filtración de agua, incluso manuales, simples sistemas personales de filtración de agua, como los que los estadounidenses usan cuando van a acampar.
La degradación es total, Amy. Y además de eso, son bombardeados, día tras día, incluso en Rafah. Cuando estuve allí, no hubo una sola noche que no escucháramos las bombas, y al menos una vez cayó lo suficientemente cerca que el edificio en el que yo estaba tembló, y pensamos que nuestro edificio había sido bombardeado. Pero era uno próximo al que estábamos. En una ocasión, una carpa junto a un hospital, donde acabábamos de estar, fue bombardeada. Bombardearon una tienda de campaña. Y, de hecho, esa era la carpa adyacente a la carpa en la que estaba Bisan Owda. Estaban sentados, comiendo. Estaban sentados en el suelo comiendo, y de golpe la metralla cayó sobre sus cabezas.”
* Cortesía del programa Democracy Now! – https://www.democracynow.org
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