diciembre 10, 2024

Reflexiones y consideraciones después del 8M

Por Camila Azeñas Uzquiano (Cientista política y feminista)-.


En medio de la barbarie capitalista hace falta reflexionar sobre el estado de la militancia y las luchas. Mark Fisher, crítico cultural británico, señala en el artículo “Salir del castillo del vampiro” que el Twitter de izquierdas puede ser una zona miserable y desesperante. Hoy las burbujas creadas en redes sociales donde la izquierda y los feminismos opinan, predican y cancelan son igual de exasperantes.

Fisher critica el afán identitario de una izquierda que renunció a cualquier forma de camaradería y solidaridad desde la que cuestionar y tratar de transformar los errores. Algo que vemos seguido en estos espacios políticos. La derrota y el conformismo es lo que moldea y caracteriza posiciones puristas que renuncian a hacer política en terreno hostil. Esta desviación sabe bien cómo propagar la culpa y llevar a cabo una cacería de brujas, pero no sabe cómo hacer conversos.

Este artículo se aboca a los espacios feministas, pero no deja de aludir a los espacios de la militancia de una izquierda anquilosada. Por esa razón, la crítica de Fisher es tan pertinente, cuando al demostrar compromiso se presume de la nula disposición a discutir ideas con nadie, ni a defenderlas ante nadie, a privatizar el espacio de discusión, incluso la calle. Entonces hablar con quien sostiene ideas contrarias y tener el coraje de explicar y defender nuestras ideas donde más falta hace puede ser no solo criticado, sino un verdadero acto de infamia para los miopes y negligentes. Este fanatismo es, sin duda, uno de los síntomas más inquietantes de este momento y hace de la vergonzosa cultura de debate que tenemos un buen lugar para leer las inercias más dogmáticas y puristas.

Parece que el objetivo es ignorar a las bases, a las mujeres y diversidades precarizadas en sus necesidades inmediatas, como el acceso a una justicia donde la impunidad y la trampa no sean ley. Se requiere un proyecto que se atreva a proponer cambios radicales, reconociendo los avances pero siendo consciente de la insuficiencia de las reformas. La calle representa el último recurso para muchas compañeras que han agotado todas las vías.

Roswitha Scholz explica que cualquier lucha reivindicativa, separada o parcial, siempre corre el riesgo de ser recuperada por el sistema de dominación, anulando su potencialidad subversiva, si es que no apunta al origen que la produce.

Juntarnos solo con nuestros idénticos ahoga la posibilidad de proponer alternativas, un feminismo popular que dispute con los discursos reaccionarios, sectarios, transfóbicos, que pretenden posicionar una verdad que es tal no por lo que dice, sino por quién la dice.

Los discursos feministas, centrados en el dolor y el agravio, deben ponernos en alerta, no por censura o negación, sino porque la identidad esencializada del ser mujer inscribe la victimidad como bandera política, algo que perjudica la lucha, no la catapulta. Ni las mujeres ni las diversidades son víctimas por esencia, estos relatos, como señala Clara Serra, entran en una peligrosa lógica donde si eres víctima entonces eres esencialmente buena, porque si no lo eres no puedes ser una víctima.

La barbarie que vivimos por la descomposición social mundial al estar atravesando la crisis máxima del capitalismo se manifiesta en el derrumbe de los sectores medios, la desintegración a diferentes velocidades del proletariado, la precarización del trabajo, la proliferación de identidades atomizadas, el genocidio contra el pueblo palestino y la amenaza constante a la soberanía de nuestros territorios. Es más urgente que nunca contar con herramientas teóricas que den respuestas y evitar sesgos que impiden ver la gran contradicción fundamental del capital, que no es la del capital vs. trabajo, sino la del capital vs. vida. El capitalismo está en contra de la vida misma: la depreda, la devora, la consume por la “razón/producción del mercado”.

Sin el aporte de las mujeres a la producción y reproducción de la vida, la estructura no se sostiene, el capitalismo sobreexplota ese aporte. Esto demanda al feminismo y al marxismo encontrarse en intercambio fluido, pues el resultado son lecturas más acertadas de la realidad y las medidas necesarias.

Por último, sobre el origen del 8M, la versión descafeinada liberal suprime la palabra trabajadora y con esta el legado que tiene el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, apartando la cuestión de clase y limitando en una cuestión solo de género.

Pero lo cierto es que está arraigado al movimiento obrero de mediados del siglo XIX, cuando Clara Zetkin propuso que los partidos socialistas promovieran los derechos sociales y el voto femenino, por la emancipación social y política de las mujeres, algo que en 1910 se instauró oficialmente. Por esto y más no podemos ceder el 8M, históricamente pertenece a la larga lucha de los pueblos por la emancipación, que los movimientos de mujeres y los feminismos del Sur Global recuerdan porque aquí está el germen de la resistencia frente a la avanzada de la derecha en el mundo.

 

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