Por Esteban Ticona Alejo * -.
Pasado el Censo de Población y Vivienda 2024, efectuado el sábado 23, se hacen varias evaluaciones, entre los más entusiastas y los escépticos. Pretendo apartarme de esas líneas, porque creo que poco contribuyen a saber a cómo somos realmente. Se ha escuchado clamar una frase que sintetiza el espíritu efectuado: “el modelo censal está en los estándares internacionales”. Esta frase sirvió, y ojalá no sirva hacia adelante, para taparnos la boca, porque “lo internacional” suena a “ciencia-exactitud” y por lo tanto sería incuestionable. En el fondo, fue la opción teórica foránea la que vino a encajarnos nuestra realidad y no a la inversa, como debería ser hacia adelante.
En esta línea de diseño censal se ha cuestionado el acarreo o la traslación de los pobladores a sus lugares de origen. Se acusa de que los alcaldes y los gobiernos municipales serían los principales impulsores de esta acción. ¿Qué ocasionará censarse en los lugares de origen? ¿La duplicación de los habitantes en un determinado municipio? ¿Mostrar que se vive en dos o más lugares? Con la lógica del “monositio” aplicado era muy sencillo detectar esta arbitrariedad, bastaba incluir para el censado/a el número de carnet de identidad. Con esta operación se habrían eliminado los datos redoblados. Pero no queremos ver la forma cómo vivimos, “en aquí y allá”, la residencia en distintos lugares.
Lo más grave fue que se conjeturó que la población que se transportó “no piensa” y que actuaron según las circunstancias e incluso obligados/as. Qué falta de respeto a las decisiones muy bien meditadas. Otro desvarío, en estas últimas horas, es que se pretende sancionar con una ley y penas de cárcel a los “culpables” de esa dinámica.
Quiero enfocarme en la experiencia de los pobladores de la región andina hoy diseminados en todo el país e incluso en el exterior. Antaño había toda una estrategia económica y poblacional; en las ciencias sociales y humanísticas se conoce como “el control de pisos ecológicos”, estudiados por John Murra y Ramiro Condarco, entre otros/as. Esta táctica supuso que las familias accedan a varios espacios ecológicos. Por ejemplo, los pobladores aymaras, quechuas y urus tenían otro pedazos de tierras en los valles e inclusive en la costa. Eso permitió que cuando había sequías extremas o inundaciones tuvieran productos garantizados en algún espacio geográfico sembrado y que no hubiese escasez de alimentos. Tal práctica se mantuvo hasta la Reforma Agraria de 1953, en tanto esta ley prohibió la tenencia de tierras en dos lugares, lo que fue un gran atentado a una forma de vida ancestral organizada y probada por su utilidad a lo largo de muchos años.
En otras palabras, entre los aymaras, los quechuas y los urus hay toda una experiencia de “doble residencia” o multiresidencia que no contempló la encuesta del Censo 2024. A pesar del no reconocimiento en los hechos aún se practica, y lo que se hizo con el “acarreo” es parte de esa política local comunal. Hoy “los residentes” que habitan en las ciudades se abastecen con la provisión de alimentos de esos lugares ancestrales y les ha permitido no llegar a la extrema pobreza. ¿Hasta cuándo el Estado boliviano va a desconocer esta experiencia antiquísima y útil?
Otro hecho cuestionable es que como ciudadanos costemos un monto de dinero. Es decir, que el ser humano sea igual a dinero. Recuerdo que esta política neoliberal se masificó con el gonismo emenerrista y sus afines, quienes impusieron “la participación popular”, por lo que un número de habitantes determinaba cuánto de presupuesto tenían, cifras ejecutadas mediante las instancias de los gobiernos subnacionales. Lamentablemente la Asamblea Constituyente (2006-2008) mantuvo ese espíritu de que la población es igual a dinero. Urge cambiar esa lógica capitalista impregnada en la CPE de 2009.
Otro hecho impugnable es que todavía se hable del cambio del número de representantes parlamentarios según el número de habitantes, una vez conocidas las cifras finales. Que la representación política pase por el filtro poblacional. Si el espíritu del Estado Plurinacional es la hermandad, la comunidad, la convivencia intercultural como hermanos/as y que todos somos iguales, ¿por qué continúanos encasillados de que un número de población es igual a tantos representantes? Lo más lógico sería que cada departamento tenga un número fijo de representantes políticos y no por cuántos habitantes existen.
Lo más lamentable es que ya se hacen conjeturas de que un determinado departamento podría subir o bajar sus representantes políticos. Por ejemplo, Potosí, que dio tanta riqueza al país, hoy está con el temor de perder algún representante político porque habría bajado en población. No se puede seguir pensando con esta lógica de mayorías y minorías. Incluso aquí hay otro tema: ¿por qué no aplicar un sistema de rotación para la sede de gobierno en cada departamento? Sabemos que para varios aspectos mencionados hay que modificar la CPE de 2009, pero creo que urge hacerlo pues el Estado Plurinacional tendrá más sentido sin el espíritu capitalista que ahora tiene encajado. Sinsu, jakhuña, qawqhanitansa, khititansa sasaw jiskt’apjistu ¿janicha? ¿Kunatsa sarapxta jakhuyasiri, achachil uraqinakasaru? sasaw sapxistu.
* Sociólogo y antropólogo aymara boliviano.
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