Por Víctor Vacaflores Pereira (Economista)-.
Año tras año, desde 2006, los empresarios privados se oponen y resisten a la demanda salarial de los trabajadores –pues antes de ese año, en sus gobiernos neoliberales, lo imponían sin el llamado tripartito de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)–. Hoy nuevamente enarbolan el verbo negar y nosotros volvemos a explicar con datos –como le gusta a los tecnócratas– que no solo es posible la mejora salarial para los productores, sino que es justa.
Las demandas por mejores condiciones económicas y sociales de los trabajadores no descansarán nunca mientras la contradicción trabajo-capital digite el proceso de la acumulación de la riqueza.
Los trabajadores de forma explícita, directa e indirecta, son los creadores del desarrollo; son los creadores de la riqueza y de cuanto existe en las sociedades del mundo actual. Nada está fuera del trabajo, nada aparece de la nada; sin la intervención de la fuerza de trabajo de miles y millones de seres humanos simplemente no puede explicarse la vida y la historia.
Este es el elemento central sobre la consciencia que hay que asumir. No se trata de una simple solicitud. Se trata de un derecho exigido por los protagonistas, por los hacedores que multiplican los bienes y servicios, de los que finalmente goza el conjunto de la sociedad y, de forma especial, los sectores privilegiados y las clases dominantes que detentan la propiedad de los medios de producción.
Los empresarios privados, a través de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) y sus respectivos miembros y asociadas, no descansan en esgrimir argumentos que no sintonizan con la realidad para defenestrar el incremento salarial que con precisión deberíamos decir es solo una reposición salarial a la pérdida de la capacidad de compra de los trabajadores cuando esta población laboral no tiene las subvenciones que el Estado prodiga a los “sacrificados empresarios”.
En esta ocasión no recurriremos a las subvenciones, a los privilegios del comercio, acuerdos con los gobiernos para facilitar sus utilidades, menos a la doble contabilidad como sistema preferido. En ningún caso los empresarios pierden y se empobrecen. Pero insisten en que solo los trabajadores sean los que carguen con el peso de los costos y con las eventualidades dificultades.
Desnudemos sus razones, sus argumentos, para negarse a compartir un poco de sus utilidades:
- Sobre la inflación
Sostienen que un incremento salarial provocará una inflación que rebotará contra los mismos trabajadores y empleados; que un incremento de los salarios (¡reposición!) desatará una elevación de precios, del costo de vida, que afectará a toda la población. Como en la época neoliberal, cuando asustaban a todos, cuando chantajeaban con el famoso monstruo de la “inflación”. Con el coro de los medios privados de comunicación durante 20 años acorralaron a todo el pueblo con esa amenaza. La historia económica de nuestro país nos revela que en ese período engordaron y estafaron al Estado más que en décadas anteriores.
Resulta que la inflación que dejó el neoliberalismo al año 2005 bordeaba el 8,4% y fue cayendo gradualmente en el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Las cifras que tanto les gustan dicen todo lo contrario de lo que alardean los empresarios. Como puede verse en el cuadro 1, la columna de la serie de incremento porcentual del Salario Mínimo Nacional (SMN) debe compararse con la serie de la inflación porcentual por año. Y constataremos que en 17 años de gobierno del MAS, cuando se realizaron incrementos salariales, la inflación siempre estuvo por debajo de esa reposición, salvo en dos años (2005 y 2010), pero que no son de consideración. Por tanto es una falsedad el justificativo de que mejorar las condiciones económicas del pueblo trabajador provoca una inflación incontrolable.
Amigo lector, le pedimos revisar y comparar las dos columnas año por año en el cuadro 1.
La evidencia de los hechos, de la realidad, de las cifras oficiales, son elocuentes. Y, claro, nos preguntamos, ¿los empresarios no conocen o no manejan esta información? ¡Claro que la conocen! Pero insisten y se presentan en público persuadiendo o amenazando, en compañía de “analistas” (mercenarios) y la prensa vergonzosa.
El año 2020, en el gobierno de los golpistas, con cero de reposición salarial la inflación fue de 0,67%. Los años 2003, 2004 y 2005 no hubo reposición salarial alguna a los trabajadores, pero hubo inflación. ¿Cómo así? ¿No era que los incrementos son inflacionarios? Simple… el fenómeno inflacionario no es única variable dependiente de los salarios, sino de otras variables también. Y… si así fuera, con una inflación promedio de cuarto dígito los últimos 10 años valdría la pena en tanto se comparta los frutos de la producción que al final es creada solo por el trabajo.
Con incrementos al SMN del 22,7% el año 2012; 20% los años 2011, 2013, 2014 y 15% el año 2015, no ocurrió el tan mentado empobrecimiento de los empresarios y la inflación catastrófica. Todos sabemos que este sector nunca ganó tanto como lo hizo en los años del Proceso de Cambio.
En definitiva, no es verdad que la reposición o incremento salarial provoque mayor inflación.
- Sobre la desocupación que acarrearía el incremento salarial
Es otro de los sofismas para engañar. La reacción lógica ciudadana ante tal aseveración es recurrir a los datos históricos de esa dependencia “desocupación-incremento salarial”. Es decir, recurrir a la serie de los incrementos salariales anuales y cruzar con la información de las tasas anuales de desocupación, también anuales en nuestro país.
Los privados no se cansan de repetir que el peligro de mejorar las condiciones salariales de los trabajadores “es una irresponsabilidad” del Gobierno si cede a los trabajadores. Consideran que es un peligro para la estabilidad económica del país y que generará una espiral de desocupación en tanto los privados no podrán cumplir con tales demandas y se verán en la necesidad –sentida, dicen por ellos– de despedir personal, de achicar sus costos por el eslabón más débil de la cadena que son los derechos de los trabajadores. Al final, insisten los privados, que el remedio (mejores salarios) ahondará más la enfermedad (desocupación). De donde los trabajadores saldrán más perjudicados y afectados, con menos fuentes laborales que los empresarios privados sentidamente tendrán que cerrar. Lacónicamente afirman que la reposición salarial provoca mayor desocupación.
Veamos los datos oficiales, las estadísticas. El cuadro 2 nos ilustrará la relación y supuesta dependencia trágica entre un incremento salarial y la desocupación que dicen provoca.
Observemos año por año en forma horizontal la relación entre el incremento anual y la inflación también anual, y constataremos que en muy pocos años la inflación es livianamente superior al incremento. En los 18 años de gobierno del MAS la inflación siempre estuvo por debajo de la variación porcentual del incremento salarial en cada año respectivo.
Pero vayamos más allá y observemos la relación con el año siguiente para saber si la inflación subió debido al incremento del año anterior. Nada de eso ocurrió. Lo que la serie nos revela con testarudez es la mentira discursiva de los empresarios privados, porque en los años en que no hubo reposición o incremento salarial (2003 al 2005) y en el gobierno de Áñez al que apoyaron, la inflación ascendió al 8,4%. ¿Una inflación con cero de incremento? Así es. Dicho de otra manera, la inflación siempre fue de las más altas cuando los empresarios no soltaron un centavo en favor de sus trabajadores y cogobernaban con los gobiernos neoliberales.
- Sobre el cierre de empresas
Este es otro argumento que año tras año repite la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) y sus asociadas como la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (Cainco), CNI, etcétera. La verdad es que, en el marco del libre mercado, mes a mes, año tras años, van sucumbiendo emprendimientos que no pueden consolidarse en virtud a que la competencia extranjera y también nacional aplastan a las más pequeñas y débiles que no logran espacios en el estrecho mercado interno o son devorados por la libertad del mercado que impone su ley de “sálvese el que pueda”. En el mercado no existe la solidaridad, solo el afán de ganancia, así sea evadiendo al fisco, coparticipando del contrabando o produciendo para las necesidades basura, es decir, productos que no hacen a la salud, a las verdaderas necesidades humanas, sociales y culturales.
Otras, las que lograron sobrevivir y consolidarse, están presentes en el mercado, en la exportación, en la importación, en la minería, en la banca, en la agroindustria, en los medios de comunicación, en la tv e incluso en los equipos de fútbol en actitud empresarial y no deportiva. Una revisión minuciosa de los propietarios o mayores accionistas de estas empresas nos mostrará la frecuencia absoluta (hi) de dueños en varios emprendimientos al mismo tiempo; algunos apellidos se repetirán insistentemente en varios rubros.
Cada año, así como se fueron cerrando varios emprendimientos surgieron otras empresas, pero siempre en forma ascendente en los últimos 20 años, así lo certifica el Servicio plurinacional de Registro de Comercio (Seprec).
En el año 2005, antes de Evo Morales, se registró 64 mil 632 unidades económicas. Al año siguiente la cifra ascendió a 72 mil 968 unidades. El ritmo sostenido desde ese año, en concordancia con la estabilidad y crecimiento económico, nos muestra el gradual y ascendente registro de nuevas empresas hasta alcanzar el año 2010 a 116 mil 855; al año 2015 a 272 mil 249; al año 2019 ascendió a 327 mil 803, incluido el golpe de Estado. El año 2020, con Áñez, es período con menos apertura de empresas de los últimos 20 años. Finalmente, en la actual gestión del MAS el registro total de empresas al año 2022 llega a 365 mil 047 unidades económicas (Fuente: Seprec, Memoria Anual Institucional 2022). Los incrementos salariales no fueron la razón del cierre de algunas empresas, sino el propio dios mercado que carece de sensibilidad, patriotismo, dignidad, solidaridad, comunidad; ya que no tiene patria, solo intereses.
La dinámica de la apertura de nuevos emprendimientos de forma ascendente desmiente categóricamente las afirmaciones y pronósticos de los empresarios privados. Si tuvieran una pisca de razón, con la política de incrementos salariales desde el año 2006 no existirían empresas en Bolivia.
En perspectiva, debemos reafirmar que la posibilidad de generación de nuevas unidades económicas nos alegraran a todos. Nadie quiere un cierre de empresas. Todos queremos agrandar y fortalecer el mercado interno, deseamos más divisas en caso de mayores exportaciones, pero también exigimos que los empresarios privados canalicen esos recursos vía Banco Central. Por sentido común así debería ser; por soberanía y finalmente por ley el Estado debe controlar esas divisas.
- ¿Crisis económica?
Es otra muletilla usada año tras año por parte de los privados. Los 14 años iniciales del gobierno del MAS son de índices exitosos en economía. Los últimos tres años, Covid-19 y guerra Ucrania-Rusia de por medio, afectaron a todos los países en los precios de los carburantes y alimentos, gracias a las sanciones a Rusia. Aun así el país logró niveles inflacionarios bajos y una estabilidad de la cual no pueden quejarse los empresarios. Las utilidades de las empresas privadas no han dejado de detenerse desde el año 2006 con un dólar fijo, como todos saben.
Como decíamos líneas arriba, la economía empresarial privada tuvo y tiene tantos beneficios del Proceso de Cambio que angustia a corrientes populares y comprometidas, porque el costo para mantener la estabilidad política y gobernabilidad es muy alto.
Como escribíamos en ocasión anterior, dentro de los empresarios hay algunos más atrevidos que otros, como “el Cebec de la Cainco en un estudio sugiere que debería estar bajo la responsabilidad del Estado, el pago de los bonos asociados a la natalidad y la indemnización equivalente a un salario por año de los trabajadores, bajo el argumento de que con esa estrategia, firmas informales podrían transitar hacia la legalidad”. ¡Qué tal!
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