mayo 17, 2025

A quién representa la derecha

La proliferación de siglas y candidatos a la Presidencia registrada en los últimos días con miras a las elecciones del próximo mes de agosto pone en evidencia, una vez, el verdadero rostro de la derecha, sus intereses, su forma de actuar, en fin, su naturaleza misma, algo que desde siempre trataron de ocultar bajo edulcorados discursos patrioteros y anticomunistas.

Hasta hace un mes, cuando menos 11 autoconsagrados líderes, instalados en un amplio abanico que va desde el fascismo más recalcitrante, transitando por el liberalismo anacrónico, pasando por el neoliberalismo, así como lo que denominan la derecha moderada, hasta llegar a las versiones más lights de la social democracia. Poco a poco estos se van depurando por sí solos.

Habían partido en diciembre de una constatación que es real: si no llevan un solo candidato en representación de todas estas fuerzas reaccionarias y conservadoras no tienen ninguna posibilidad de vencer electoralmente al proyecto popular gobernante desde 2006. Conscientes de esto cabe preguntarse qué es lo que les impide marchar unidos, ir detrás de uno solo de ellos, postular un candidato único.

Vamos por partes. Tratemos de hacer una breve revisión histórica de la derecha de los últimos 50 años para analizar su evolución y su importancia en la vida nacional.

Hace cinco décadas, cuando Bolivia se aprestaba a celebrar el sesquicentenario de su independencia, se hallaba gobernada por una dictadura, encabezada por Banzer, que formaba parte del denominado Plan Cóndor, que dirigido desde el imperio del Norte ensangrentó a nuestros países (Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Bolivia, desde luego). El dictador había asumido el poder a través de una asonada militar, en 1971, con el supuesto respaldo de dos partidos políticos, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y la Falange Socialista Boliviana (FSB), hasta entonces enemigos irreconciliables pero unidos esa vez por sus ansias de poder y por su enfermizo odio al comunismo (aunque este era también una imposición de sus patrones del Norte).

Años después, en 1978, la presión social, principalmente la de sectores mineros, obreros y urbanos, además de un cambio en la línea imperial a la cabeza de Jimmy Carter, obligó al dictador Banzer a convocar a elecciones. El dictador (rey) determinó dejar la Presidencia a su sucesor Juan Pereda Asbún (hasta entonces ministro de Gobierno), pero de una manera tan burda que dejó totalmente expuesto el fraude electoral montado por la dictadura, lo que obligó a que el delfín banzerista le diera el golpe a su propio jefe y se convirtiera en otro presidente de facto para no quedarse con el gusto y, seguramente, para resarcirse de los gastos en que incurrió durante la campaña.

Entre 1979 y 1980 se desarrollaron dos elecciones más, dos intentos por recuperar la democracia, y adivinen cuáles fueron los partidos que pretendieron hegemonizar el voto ciudadano: por un lado el MNR, no aquel de 1952 sino el del golpe de 1971; y por el otro, sobre la base de la FSB el exdictador Banzer armó su Acción Democrática Nacionalista (ADN), que incluyó a todos quienes se beneficiaron del septenio de poder dictatorial. Junto a estos dos partidos, varios desgajes del MNR y algunas agrupaciones de izquierda, intentaron jugar a la democracia. Solo queda para destacar el crecimiento del Partido Socialista 1 (PS1), bajo el liderazgo de Marcelo Quiroga Santa Cruz, que subió de una votación de ocho mil 323 votos (0,43%) llegando en dos años, en 1980, a obtener 113 mil 959 votos (8,71%), representando el partido con mayor crecimiento y ubicándose en esas elecciones detrás de la derecha adeno-movimientista y de la Unidad Democrática y Popular (UDP), que ganó la elección aunque no pudo asumir el gobierno hasta 1982.

Días después de las elecciones, el 17 de julio, el líder socialista Quiroga Santa Cruz fue asesinado por las bandas fascistas que asaltaron nuevamente el poder a la cabeza de Luis García Meza. Marcelo se había convertido en el verdadero peligro para la derecha y los intereses imperiales, por ello había que quitarlo del medio, y lo hicieron. Hasta hoy se desconoce el paradero de sus restos mortales.

Tras el fracaso de la gestión de gobierno de la UDP (1982-1985), obligado a reducir su mandato en un año, la derecha nuevamente toma el gobierno, esta vez a través de las elecciones de 1985 en las que un acuerdo entre el MNR y ADN encumbra a Víctor Paz Estenssoro como presidente. Allí se instala el neoliberalismo, que gobernaría durante los siguientes 20 años, siempre con los mismos actores. El acuerdo MNR-ADN preveía la alternabilidad en el gobierno, es decir, que en 1989 Banzer debía asumir la Presidencia constitucionalmente; sin embargo, el MNR traicionó el acuerdo y abanderó la candidatura de Goni como nuevo líder del partido rosado. Esto da lugar a un sui generis acuerdo entre ADN y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), aquel que gobernó con la UDP y que se reclamaba de izquierda y que, “cruzando ríos de sangre”, se alía con sus torturadores y asesinos, todo por tomar el poder llevando a la silla presidencial a Jaime Paz Zamora, sí, el que traicionó a Siles Suazo siendo su vicepresidente.

El resto de taxipartidos fue alineándose a los del gobierno de manera funcional y sin mayor trascendencia, como sucedió con la Democracia Cristiana (DC) y otros que aparecieron en el período neoliberal, como Conciencia de Patria (Condepa), Unidad Cívica Solidaridad (UCS) o Nueva Fuerza Republicana (NFR).

La derecha y el proceso de cambio

Desde 2006, cuando el pueblo toma las riendas de la conducción del país bajo el liderazgo del Movimiento Al Socialismo (MAS), la derecha define su forma de actuar únicamente buscando desestabilizar al gobierno mayoritariamente elegido –como nunca antes se había visto, con más de 50% del voto de la población–.

La Media Luna, las banderas de federalismo, los sabotajes y abiertos enfrentamientos en contra de la realización de Asamblea Constituyente, las acciones separatistas, fueron algunas de las estrategias manejadas desde la Embajada estadounidense y fielmente seguidas por sus lacayos criollos.

Pero fue más fuerte la movilización popular y la decisión de llevar adelante, en democracia, la Revolución boliviana.

¿Quiénes fueron esos actores desestabilizadores? Veamos si resultan conocidos algunos de ellos: Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina, Branko Marinkovic, Manfred Reyes Villa, Rubén Costas y otros, quienes de distintos ámbitos se dieron a cumplir con la tarea que les encomendaron. No lo lograron, sin duda, pese a los ingentes recursos utilizados y a un incondicional apoyo de la corporación mediática nacional e internacional.

Fracasaron con el golpe de noviembre de 2019 y volvieron a fracasar con el fallido golpe de junio de 2024. No se dieron cuenta que el pueblo no acepta más cuartelazos, ni militares iluminados, ni cosas por el estilo. Que se recuperó la democracia no como un fin en sí mismo, sino como un camino para avanzar en la consolidación de la Revolución boliviana.

Parece haberse detenido el tiempo

Cuando uno lee o escucha los nombres de los candidatos de la derecha, en sus variadas expresiones, pareciera ser que el tiempo se detuvo y que para este sector de la vida nacional no ha cambiado nada, que los bolivianos son los mismos del año 2000 o incluso de antes.

El MNR proclama a Chi, ADN reclama a Jaime Dunn por no ser su candidato, la DC proclama a Rodrigo Paz (el hijo de Paz Zamora, que según su padre fue educado y preparado para ser presidente de Bolivia), el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) –del no siempre recordado “Motete” Zamora (candidato a vicepresidente con Banzer en 1997, también aliado del MNR y senador por ese partido, lejos del líder pekinés que solía autodenominarse)– ahora hace de base de la candidatura del extremo derechista y exvicepresidente de Banzer, Jorge Tuto Quiroga. El ministro de Planificación de la capitalización (léase remate y regalo) de nuestras empresas públicas, militante mirista y eterno candidato perdedor de elecciones nacionales, venido a empresario, Samuel Doria Medina, aparece con su propio partido, pero apoyado por exemenerristas, exmiristas y exadenistas que, sin rubor alguno, se ponen la etiqueta de renovadores.

Qué propone esa derecha “vintage”

Nada nuevo. Las pocas propuestas que hasta ahora han hecho públicas se reducen a las mismas recetas monetaristas, algunas adornadas con ciertas mentiras ya tradicionales como es el superar la crisis en 100 días, conseguir dólares como por arte de magia (seguramente al estilo Milei).

Ninguno de la media docena de candidatos de la derecha se ha referido hasta ahora a temas centrales del país: cuál es el modelo económico que proponen, cuál su posición con relación a las empresas estratégicas, qué piensan sobre la generación de impuestos, la política tributaria, el sistema educativo, las políticas de salud, vinculación e integración nacional. Temas fundamentales para todos y cada uno de los bolivianos.

Mucho menos se han referido a dejar en claro su posición con relación a los asuntos sociales, a los avances en derechos fundamentales de los ciudadanos, a la situación de los jubilados, de los discapacitados y de los grupos más vulnerables. Tampoco mencionan aspectos culturales, de inclusión y reconocimiento de identidades.

Y así podríamos seguir en una larga lista de temas que prefieren esconder bajo la alfombra y no verlos, menos mencionarlos, porque o no tienen la capacidad de responder o si lo hacen se pondrían en evidencia ante su potencial electorado, mostrando su conservadurismo extremo en muchas materias, en contra de las expectativas y de los logros ya alcanzados por el pueblo.

La partidocracia

Nuestro sistema electoral otra vez ha evidenciado la precariedad de su institucionalidad.

Un mercado negro de siglas políticas coexiste abiertamente, poniendo en puja el uso de las mismas, porque solo son eso: siglas manejadas por grupos familiares y otras casi delincuenciales, y para nada organizaciones políticas como establece la ley.

Se debía suponer que con la nueva Constitución. que plantea una democracia ya no solo representativa sino participativa. y con el acceso al debate y juego político de todas las organizaciones sociales, particularmente de las indígenas, campesinas y originarias, el poder de los partidos debía haber cambiado, pero los hechos demuestran lo contrario.

Para ser candidato de derecha hoy no se requiere ideología, tampoco un programa de gobierno y menos una base de militancia. Solo se necesita tener ganas, mucho dinero (o buenos financiadores) para comprar o alquilar una sigla y para hacer campaña, lo que incluye pagar marchas, concentraciones, medios de comunicación e influencers y listo.

Estos candidatos no se unen ni se unirán jamás, ni siquiera sabiendo que es la única opción que tienen para vencer en una elección, porque al margen de sus propios intereses representan los de grupos de mucho poder, algunos de los cuales nunca aparecerán públicamente aun cuando necesiten manejar los hilos del poder, cuestión que no se puede tranzar entre los propios agentes políticos de la derecha. (por Diego Portal).

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