febrero 18, 2025

El racismo como instrumento de oposición

El rechazo de los profesionales de la salud a un decreto supremo que les quitaba el privilegio de trabajar solo seis horas, ha permitido evidenciar lo mucho que todavía falta para desmontar las lógicas coloniales instaladas en más de 500 años y las organizaciones que las encarnan.

Los estribillos entonados por los protagonistas de la protesta, como el que no salta es transportista, cocalero, masista o cosas por el estilo, son tan parecidos en su contenido a los empleados en 2008, cuando la ultraderecha pretendió boicotear los trabajos de la Asamblea Constituyente y luego materializar un “golpe cívico-prefectural”. Lo único que ahora cambió es la serie de términos para referirse al mismo sujeto social e identitario sin el cual Bolivia no se estaría viviendo un proceso de cambio.

Lo grave es que esa re-emergencia del racismo contó con el acompañamiento cómplice de varios medios de comunicación, dirigentes políticos y algunos analistas provenientes del viejo orden, lo que ciertamente tenía el objetivo de generar una realidad mediática de un país convulsionado y bastante próximo a una crisis política-institucional. Es decir a la sensación de una crisis de Estado.

Es evidente que no por nada algunos de los dirigentes de organismos gremiales médicos asociaban su protesta a la movilización registrada en agosto-octubre del pasado año en rechazo a la construcción de una carretera por el corazón del TIPNIS. No cabe duda que esa característica discursiva apuntaba a convocar a sectores de la sociedad que, en el fondo, se han opuesto y lo seguirán haciendo al proceso de cambio, sin importar la bandera a utilizar.

Pero también es preocupante que ese despliegue de nuevas formas de racismo hayan involucrado a la Central Obrera Boliviana (COB), que en los hechos no termina de reconocer, a través de algunos de sus dirigentes, el protagonismo de “lo indígena” en la lucha por la emancipación, lo cual es una negación de su “otro yo”. Es decir, es solo asumir su sola condición de clase y negar su condición de indígena u originario, lo que en buenas cuentas implica también mutilar su perspectiva emancipadora.

La suspensión del decreto supremo anunciada por el presidente Evo Morales y la probable promulgación de otro decreto que convoque a la Cumbre de la Salud, garantizando el actual sistema de trabajo hasta ese momento, quizá ayude a una solución coyuntural y de un caso particular, pero hay que ser ingenuo para pensar que eso parará una ofensiva conservadora y racista.

La estrategia es desgastar al proceso y eso implica demostrar que los indígenas u originarios no tienen la capacidad para conducir un país.

Felizmente, hay sectores indígenas y otros no indígenas que tienen plena conciencia de lo que se está jugando y de las tareas que todavía se demandan para avanzar por un rumbo emancipador, donde la descolonización ocupa un lugar central.

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