Van saliendo y reconociéndose el rol jugado por las mujeres en el proceso llamado independentista, donde fueron guerreras, espías, rabonas, cocineras, enfermeras y contrabandistas de armas. Su figura en el imaginario cultural y las mitologías nacionales se ha movido entre la categoría de la transgresora y la de heroína romántica. Se trata, como muchas otras mujeres de una memoria en pugna y asociada a los varones y rara vez considerada independiente. A pesar de la rigidez de las estructuras patriarcales, y del modelo religioso virgen-madre prevaleciente en la sociedad colonial y de su marcada jerarquización que sostenían el poder de los varones, era preciso que constantemente la sociedad asegurara los controles para que las mujeres no pusieran en riesgo; con su inteligencia, conocimientos, instrucción y coraje, el restrictivo rol de esposa y madre sacrificada.
Los salones y las tertulias de la sociedad cortesana, fueron para las mujeres de las élites lugares públicos de socialización e intermediación en los que se gestaban las ideas, se inflamaban los espíritus con la noción de patria y muchos políticos e intelectuales disfrutaban de la compañía de mujeres instruidas. Para las mujeres de otros sectores, donde se vivía con mayor libertad, cumplieron este rol de sociabilidad las plazas y los mercados públicos. Allí se discutían las noticias, las complicaciones y las contradicciones que ella ocasionaba en su vida cotidiana, en su alimentación y la presencia de sus compañeros en tierras lejanas llevando la guerra.
Estamos muy lejos sin embargo de conocer cómo vivían las mujeres de Cochabamba los tiempos de guerra entre 1810 y 1812. Los pocos datos disponibles permiten advertir que aunque las mujeres fueron excluidas de la política formal, algunas resultaron seguramente activas en espacios sociales intermediarios entre las esferas pública y doméstica, donde se discutían filosofías, se tramaban conspiraciones y se formalizaban alianzas Los momentos de beligerancia son aquellos en los que impera el soldado ciudadano. Pero también es tiempo de crisis de valores cuando se quiebra la normalidad de las costumbres, se debilitan las normativas y las mujeres desbordan las fronteras de sus roles, maternidades y fidelidades.
El 27 de mayo de 1812 en la Coronilla debiera leerse como un reclamo de participar en lo público, aunque como una ráfaga violenta pero pasajera. ¡No hay hombres!. ¡Morir matando! ¿Desafiaron el patriarcado de su época basado en la disciplina y la obediencia? Lo heroico, la guerra, la milicia, estaban -y están- asociados solamente a los varones, seres providenciales y racionales sobre cuya figura modélica y pétrea se debe construir la nación; el héroe estaba prohibido de expresar su “feminidad”, es decir sus emociones. En los íconos republicanos post independentistas, las mujeres cochabambinas representaron la estabilidad y la continuidad, mientras que los hombres el desafío y la ruptura. La clásica división patriarcal.
* El autor es historiador. Está en prensa su libro “Morir matando”, sobre el 27 de mayo de 1812.
Deja un comentario