abril 18, 2024

¿Es posible soñar Bolivia para el 2025?

Hasta ahora, el destino de Bolivia ha sido concebido como algo difuso, incierto y hasta utópico, o tal vez como una especie de esperanza desanimada y sin compromiso, de certeza desestimada y entregada a la suerte. Concientes de que Bolivia tendrá algún futuro pero sin verse como partícipes o protagonistas del mismo.

Evo Morales, en su discurso del 6 de agosto en Oruro establecía el bicentenario de la independencia (2025) como una referencia, una convocatoria, para soñar entre todos a Bolivia:

¿Qué hacemos? Solo pensar en Bolivia. De despiertos pensar y pensar en Bolivia, de dormidos soñar y soñar en Bolivia, si todos pensaríamos y soñaríamos en Bolivia… Bolivia está en nuestras manos, solo depende de estar unidos, solo unidos por encima de nuestras diferencias… (Evo Morales, 6 de agosto de 2012, Oruro).

Esta es la estrategia de construcción de sociedad, estado y realidad, más importante desde la aprobación de la Constitución Política que cerraba el anterior ciclo de la anterior estrategia, ambos como parte del horizonte abierto como posibilidad, a partir de las luchas de inicios de este siglo.

Pero nos preguntamos, ¿cuáles son las condiciones que estamos viviendo que permiten proyectar un horizonte histórico más allá, de una perspectiva programática de país para el mediano plazo?

La construcción y proyección de un horizonte histórico no es un problema de pensar un programa o un conjunto de acciones, leyes o políticas. La construcción de horizonte implica que un sujeto colectivo se hace cargo de su propio destino y puede pensar su país a partir de su realidad, sus posibilidades y sus expectativas. Y, para que esto suceda es necesario que se hayan ido configurando condiciones que lo permitan.

A lo largo de la historia de Bolivia, cuando el control del gobierno y el liderazgo político están en manos de la oligarquía u otros sectores conservadores, existe una total imposibilidad de construir el país y de fijarse metas, esto es lo que René Zavaleta Mercado ha definido como la “paradoja señorial”:

La clase o casta secular boliviana resulta incapaz de reunir en su seno ninguna de las condiciones subjetivas ni materiales para autotransformarse en una burguesía moderna, quizá porque es una burguesía que carece de ideales burgueses o porque todos los patrones de su cultura son de grado precapitalista. (René Zavaleta Mercado, Lo nacional-popular en Bolivia)

Un primer elemento que abre la posibilidad de un horizonte es la actual crisis civilizatoria de la modernidad capitalista a escala mundial y la forma en que ésta se desenvuelve. Como una de sus consecuencias, hay una crisis de hegemonía de los países “desarrollados” que cuestiona, desde la experiencia, la doctrina capitalista y neoliberal de sociedad y desarrollo.

Dentro de este mismo contexto de crisis, el bloque regional sudamericano va consolidando una mayor presencia a nivel mundial. Es importante la integración regional que va articulando: por ejemplo, el ingreso de Venezuela al Mercosur sella la fortaleza de un bloque económico y su importancia en el contexto mundial; la estabilidad económica y crecimiento de los países del cono sur; una mayor soberanía efectiva sobre los territorios, la defensa y las políticas. Si bien el peso económico de Bolivia no es el más significativo por el tamaño de su economía, su importancia política es decisiva en este proceso de integración.

Pero estas condiciones externas que anotamos son todavía relativas porque las condiciones internas son las que tienen mayor importancia.

Para empezar quisiéramos mencionar que una condición interna son los mismos resultados que de este horizonte abierto, resultados que derivan de las luchas, la democratización del poder político, la Constitución, la nacionalización, las distintas políticas y leyes, la consolidación de un bloque popular con capacidad de gobernar.

El horizonte histórico que se ha abierto, que se va consolidando en la construcción del Estado Plurinacional, solo es posible porque existe un sujeto que lo encarna: organizaciones sociales, movimientos sociales, pueblos indígenas, trabajadores, vecinos, mujeres y jóvenes. No se trata solamente de una mayor inclusión contemplada en la Constitución Política. Se trata de que en la integración de este bloque popular se funda la construcción de la energía más importante para la reproducción de la vida de determinada población: la nación, en este caso, la articulación de la plurinacionalidad boliviana. No hablamos del sentimiento nacionalista que emergió con la revolución del 52 que inicialmente tenía una perspectiva popular pero que se formalizó como un proyecto exclusivamente burgués, hablamos de la nación que se funde en lo popular donde se encuentran las múltiples naciones concretas: las naciones indígenas pero también la nación proletaria, campesina, trabajadora, etc.

Solamente en este momento del renacimiento de este tipo de sujeto se puede hablar del horizonte, cuando se hacen cargo de su realidad política, en el momento de su conformación como bloque y sujeto con proyección. Cuando genera esa energía que proviene de su memoria histórica y que la proyecta con esperanza de propuestas en situaciones de vacío y estancamiento.

Por eso el “proceso de cambio” es un hecho significativo de la historia de Bolivia, con este se abre una época en la que las mayorías, que construyen, alimentan y viven en este país, hablan de una nueva historia de la que son parte: “nunca más sin nosotros”. Además de ser un hecho de mayor democratización de la vida política, es también un momento de renacimiento de la sociedad, de los sujetos y, por lo tanto, de un horizonte histórico.

Pero, este horizonte histórico abierto con lo que se denominó la “refundación del país” con una nueva Constitución, también necesita ser imaginado hacia delante, no solamente en términos de gestión de gobierno con un Plan de aquí a 5 años, sino desde la perspectiva de las expectativas de este nuevo sujeto que se anima a imaginar, más allá aún del Estado y la planificación.

Algunos pilares que vislumbran este horizonte fueron mencionados en el discurso del Presidente: la industrialización, la erradicación de la pobreza extrema, la soberanía alimentaria, la necesidad de dotarnos de tecnología, acceso universal a los servicios básicos. El Estado ha venido proyectando políticas dentro de estos pilares, pero ahora la perspectiva es mucho más ambiciosa porque se plantean objetivos que no solamente implican un cambio cuantitativo en las políticas sino un cambio efectivo que tendría que resultar en un país distinto.

Y, nuevamente aparece en el discurso del Presidente el elemento fundamental, “está en nuestras manos” -nos dice- convocándonos a todos los bolivianos para centrarnos en estos objetivos y en aquellos que podamos imaginar. Que el futuro ya no es esa esperanza lejana sino que es posible, pero además es una responsabilidad de todos, será importante estar unidos para lograrlo.

¿Cómo va a ser Bolivia en el año 2025? ¿Cómo se ven en ella los jóvenes? ¿Cómo será la escuela, la universidad? ¿Cómo será el deporte, la economía, la literatura, la música? ¿Cómo será la alimentación, nuestras vidas? En todo caso, el reto y la invitación están lanzados para todos, imaginarse a Bolivia para el 2025, pero también hacer todo para alcanzar eso que se sueñe.

*          Gonzalo Gosalvez es miembro del colectivo Wiphala, estudió economía, medio ambiente y pensamiento latinoamericano.

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