por: Carlos Echazú Cortéz
Mucho se ha debatido en la historia de Bolivia en torno al candado que nos pusieron a los bolivianos para impedirnos un acceso al mar. Fundamentalmente, este concepto se ha referido al tratado de 1927 que firmaron Chile y el Perú, mediante el cual resolvían su conflicto en relación a las ciudades de Arica y Tacna, otorgándole a Chile la primera y al Perú la segunda. En ese mismo tratado resolvían ambos estados que no cederían el territorio fijado en ese tratado (ni siquiera una parte de él) a “tercera Potencia” sin el consentimiento de la otra parte. La referencia a la “tercera potencia” era obvia. De este modo, Chile lograba que el sentimiento de frustración del Perú, por la pérdida territorial que había sufrido por la Guerra con Chile, lo estrellaran contra Bolivia. Esto tiene sus raíces en el hecho de que durante la Guerra, Chile buscó un cambio de la configuración de alianzas de tal modo que Bolivia aliándose con Chile, cediera a este país el desierto de Atacama además de colaborar a Chile a arrebatar al Perú el desierto del Tarapacá. En compensación, Chile ayudaría a Bolivia a quedarse con Arica y Tacna. Es lo que se ha llamado el plan Santa María. Si bien este plan, pese a las presiones de la oligarquía argentífera boliviana por encausarlo, no pudo consolidarse, fue ampliamente conocido en el Perú y obviamente quedó la susceptibilidad de la posible traición boliviana. Por eso, cuando en 1927, se repartieron a Tacna y Arica con Chile, no podía quedar rastros de duda para el Perú de que no se había implementado finalmente algo del plan Santa María, que implicara una salida Boliviana al pacífico por territorio que antes fuera peruano. Así con el tratado de 1927, cediendo Arica a Chile, el Perú se reservaba el derecho de decidir que el plan Santa María fuera efectuado. Ese ha sido, según la historia, el candado que pusieron a Bolivia.
Con el transcurso del tiempo fue generándose, sin embargo, otro candado. Las oligarquías chilenas sabían que la frustración en el pueblo boliviano sería eterna por la pérdida de su acceso al mar. Sabían también que la injusticia tremenda provocada a Bolivia, tarde o temprano, cuando las sañas de la guerra hubieran pasado, se revelaría como una necesidad de justicia, la reparación a Bolivia. Para evitar esta revelación en la conciencia de los pueblos, fundamentalmente en el pueblo Chileno, se generó en Bolivia, gracias al accionar miope y egoísta de las clases dominantes bolivianas, el odio hacia el pueblo chileno. Ese es el otro candado.
Permítaseme poner las cosas muy claras: Bolivia jamás recuperará un acceso soberano al pacífico, si no hay una aceptación más o menos significativa para eso en el pueblo Chileno. Ningún gobernante chileno, por muy bien intencionado que se encuentre con Bolivia, podrá dar curso a la salida al mar a Bolivia, si no tiene aceptación en su pueblo. Consiguientemente, no podrá generarse esa opinión pública Chilena favorable a Bolivia, si allá saben que acá impera un odio hacia ellos. Ese es el otro candado que nos han puesto en el transcurso del siglo XX.
Ahora bien, no cabe la menor duda que la Corte Internacional de la Haya fallará, tarde o temprano, a favor de Bolivia. En el contexto de esa certidumbre, caben dos escenarios: El primero, la Corte falla a favor de Bolivia y existe una opinión pública Chilena contraria a la reivindicación boliviana: El resultado de eso será negativo, puesto que, por mucho que la Corte se haya pronunciado a nuestro favor, no hay fuerza que pueda obligarle a Chile a negociar una salida al mar a Bolivia. El gobierno Chileno se sentirá con el apoyo de su pueblo para negarnos la negociación que buscamos.
El segundo escenario; La Corte falla a nuestro favor y en Chile existe una opinión pública favorable a nosotros; Entonces y, sólo entonces, sus gobernantes se verán obligados a negociar nuestra reivindicación, porque además de la presión externa-que significa el fallo de la Corte- habrá una presión interna. El gobierno Chileno no tendrá apoyo en ningún lado.
Por esta razón, es que complace enormemente ver las expresiones que han comenzado a revelarse en diferentes ámbitos de la comunidad chilena a favor de nuestra causa. Significa que estamos comenzando a romper ese segundo candado que nos pusieron durante el siglo XX. Sin duda hay pues un giro altamente positivo en la política reivindicativa de Bolivia, cuando el presidente Morales declara a la prensa ante la pregunta periodística de las relaciones boliviano-Chilenas: Las relaciones con el pueblo chileno son excelentes, aunque no sean muy buenas con su gobierno. Al final de cuentas, los gobiernos pasan, el pueblo queda.
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