por: Luis Espinal
Tenemos la costumbre de acostumbrarnos a todo.
Ya no nos indignan las villas miserias;
ni la esclavitud de los siringueros;
no es noticia el “apartheid”;
ni los millones de muertos de hambre, cada año.
Nos acostumbramos,
limamos las aristas de la realidad,
para que no nos hiera,
y la tragamos tranquilamente.
Nos desintegramos.
No es sólo el tiempo que se nos va,
es la misma cualidad de las cosas.
Lo más explosivo se hace rutina y conformismo;
la contradicción de la cruz es ya solo el adorno sobre un escote mundano,
o la guerra de un Hitler.
Señor, tenemos la costumbre de acostumbrarnos a todo;
aún lo más hiriente se nos oxida.
Quisiéramos ver siempre las cosas por primera vez;
quisiéramos una sensibilidad no cauterizada,
para maravillarnos y sublevarnos.
Haznos superar la enfermedad
del tradicionalismo, es decir,
la manía de emburtir lo nuevo en paradigmas viejos.
Líbranos del miedo a lo desconocido.
El mundo no puede ir adelante, a pesar de tus hijos,
sino gracias a ellos.
Empujemos.
Jesucristo,
danos una espiritualidad de iniciativa,
de riesgo, que necesite
revisión y neologismo.
No queremos ver las cosas sólo desde adentro;
necesitamos tener algún amigo
hereje o comunista.
Para ser disconforme como Tú,
que fuiste crucificado por los conservadores
del orden y la rutina.
Enséñanos a recordad que Tú, Jesucristo,
siempre has roto las coordenadas
de lo previsible.
Y sobre todo que nos acostumbremos
a ver injusticias, sin que se nos encienda la ira,
y la actuación.
* Tomado de Oraciones a quemarropa.
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