por: Sergio Colque
Últimamente han salido a la opinión pública algunos artículos tendenciosos que hacen creer que la deuda externa en Bolivia es un “problema serio para la economía” y de continuar recurriendo a préstamos externos “comprometerían” al país y que deberíamos preocuparnos.
Estas apreciaciones además de estar distantes de la realidad económica parecen recordar viejas añoranzas de un pasado neoliberal que esperemos que nunca más se repita, donde Bolivia era catalogado como un país pobre, y se ubicaba entre los países más endeudados de la región, con niveles insostenibles de endeudamiento, y además que los recursos externos que se obtenían eran condicionados a la implementación de políticas sin efectos positivos para la economía nacional.
Una primera gran diferencia, con el pasado es que hoy en día el endeudamiento público, ha dejado de ser un “dolor de cabeza”. En los últimos 9 años, gracias a una administración prudente y responsable del endeudamiento, no sólo se ha logrado reducir el peso de la deuda externa en la economía, sino también mejorar la capacidad de endeudamiento, aspectos que han sido reconocidos positivamente por los organismos internacionales, calificadoras de riesgos y analistas especializados externos.
En efecto, el peso de la deuda externa respecto del PIB se redujo notablemente, de 51% en 2005 a solamente el 16.6% a diciembre de 2014, logrando ubicar a nuestro país entre los países con menor endeudamiento en la región, y muy por debajo de los umbrales establecidos internacionalmente para dicho indicador. Así también, la economía boliviana goza de un amplio margen de endeudamiento, es decir que cuando se requiera contraer deuda para financiar proyectos de inversión, se tiene la capacidad suficiente para adquirir la misma sin poner en riesgo su sostenibilidad en el largo plazo.
Otra gran diferencia, es el destino de la deuda externa donde en el pasado se asignaba para el pago de salarios y la financiación de permanentes déficits fiscales. Actualmente, los recursos externos se destinan íntegramente a financiar proyectos de inversión pública (carreteras, puentes, agua potable, electricidad, apoyo a la producción en sectores económicos, entre algunos), permitiendo mejorar la capacidad productiva, generación empleo y valor agregado, coadyuvando de esta manera al crecimiento económico, reducción de la pobreza y mejorar la calidad de vida de las bolivianas y bolivianos.
Además, en el 2011 de acuerdo al Banco Mundial, Bolivia ha dejado de pertenecer al grupo de países de ingresos bajos para graduarse y estar entre los países de ingresos medios, resultado de los grandes avances en materia económica, social y de reducción de la pobreza. Y para que un país continúe su senda de crecimiento sostenido, es necesario que siga invirtiendo en proyectos que dinamicen su economía, para ello los recursos externos son una fuente más de financiamiento para el desarrollo.
La deuda pública perse no es un problema, si esta se destina para financiar el desarrollo de un país y, su peso en la economía no genera riesgos en las finanzas públicas. La economía boliviana goza de buena salud y tiene las espaldas suficientes para asumir deuda si lo requiriera, sin poner en riesgo su sostenibilidad.
* Es economista.
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