mayo 21, 2024

¿Amar ya no importa?

por: Franco Gamboa Rocabado

El Antiguo Testamento afirma de una manera muy dramática que “más amarga que la muerte es la mujer”. Sin duda esto mismo podríamos afirmar de las relaciones sentimentales en el siglo XXI porque no solamente se debe involucrar a la mujer, sino que es el amor mismo aquel tormento capaz de resultar amargo, esquivo y, finalmente, líquido.

La sociedad posmoderna marca una influencia directa en el tipo de aventuras amorosas. Hoy día, hombres y mujeres enfrentan cambios importantes en sus roles sociales, de tal manera que las relaciones sexo-amorosas se caracterizan por la fragilidad, la ausencia o el temor a comprometerse. Al mismo tiempo, los seres humanos posmodernos están afectados por las dudas respecto a cómo manejar sus libertades y gozar de seguridad emocional. La sociedad de consumo y utilitaria convierte a las relaciones amorosas en un conjunto de afectos transitorios y líquidos, es decir, sentimientos pasajeros, desechables y, en gran medida, reemplazables.

El sociólogo británico Zygmunt Bauman es el inventor de la noción de amor líquido. Afirma que la modernidad impacta fuertemente en las relaciones de pareja o aquellas vinculadas con lo que consideramos es el prójimo. Si bien los seres humanos buscan relacionarse sentimentalmente por miedo a la soledad, esto no quiere decir que traten a su mundo afectivo como algo duradero y vinculado con el compromiso o la responsabilidad necesaria para asumir el mundo afectivo como una totalidad de certezas psicológicas.

Por el contrario, el relativismo y la incertidumbre se imponen para privilegiar la individualidad que, muchas veces, rechaza la confianza en otras personas. El matrimonio como institución social reconocida está en una crisis debido al aumento de separaciones y divorcios. Esto muestra que las personas prefieren anteponer sus intereses personales, expectativas profesionales y búsquedas de satisfacción utilitaria, casi exactamente igual a los patrones consumistas de una serie de mercancías.

En el fondo, hoy día parece que podrían desecharse muchas parejas. El amor líquido permite observar que los roles de la mujer cambiaron de manera substancial. Actualmente las mujeres tienen en sus manos la capacidad de tomar múltiples decisiones que afectan a su vida diaria: el tamaño de su familia, su comportamiento reproductivo autónomo, la participación en el mercado laboral, el mejoramiento de sus conocimientos y estudios, la vida sentimental ligada al matrimonio u otras formas de convivencia y, sin duda, las mujeres están claramente modificando sus patrones de comportamiento en el ámbito de la plena independencia económica.

Estos cambios de rol, no solamente se manifiestan en las sociedades altamente industrializadas, sino en casi todo el mundo. Las mujeres aman como un líquido, los hombres actúan como un líquido en sus búsquedas afectivas y el conjunto de las relaciones sentimentales se convierte en una fluidez que, poco a poco, desprecia toda estabilidad. Esto perturba la calidad de las relaciones interpersonales porque muestra de qué manera las personas utilizan sus libertades con objetivos más instrumentales, descartando otro tipo de metas éticas.

En conclusión, amar en forma líquida muestra grandes y preocupantes tendencias de las relaciones de pareja e interpersonales, donde preponderan las lógicas egoístas-utilitarias de una sociedad capitalista. Triunfa lo de siempre: el consumo a como dé lugar, la confusión de tratar a las personas como a cosas y a las cosas como a personas. La fragilidad de las relaciones humanas se expresa por medio de una crisis socioemocional donde casi nadie quiere arriesgarse afectivamente. 


*            Sociólogo político.

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