diciembre 11, 2024

Jaime Mendoza en las Minas de Uncía

Por Luis Oporto Ordóñez *-.


Historia de vida

Jaime Mendoza Gonzáles nació en Sucre el 25 de julio de 1874 y falleció en la misma ciudad el 26 de enero de 1939. Estudió la primaria en el Colegio de San Cristóbal y culminó su bachillerato en el Liceo Bolívar. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad Mayor de San Francisco Xavier. Transcurrió parte de su infancia en una propiedad rústica de sus padres ubicada en la localidad de Yanani (Pradel), donde tuvo contacto con la población indígena. Fue médico, filántropo, poeta, ensayista, novelista, periodista y geógrafo. Guillermo Lora lo califica como “sociólogo, músico y viajero”. Juan Francisco Bedregal lo caracteriza como “poeta intenso y escritor multiforme”. Radicó en la ciudad minera de Uncía, ejerciendo como médico de provincia y facultativo de las empresas mineras asentadas en la región. En sus dos décadas de permanencia en las minas de Llallagua, descolló como conferencista, excelente tirador de Winchester, e influyente miembro de la Honorable Junta Municipal de Uncía. En su trayectoria política fue elegido diputado y senador de la República, llegando a ser candidato a presidencial. Como periodista fue muy activo, llegando a dirigir La República (1917) y Nuevas Rutas (1919), y escribió en El Diario, La Razón, La República, La Opinión y El Fígaro (La Paz), La Mañana, La Prensa y El País (Sucre), entre otros periódicos del país. Ejerció como director de biblioteca por breve tiempo, fue docente de las asignaturas Patología general, Patología interna, Psiquiatría y Medicina Legal. Fue director del Hospital Psiquiátrico “Gregorio Pacheco”, docente, decano y Rector de la Universidad Mayor de San Francisco Xavier de Chuquisaca.

Fulgurante labor en las minas de Estaño

Su tesis en Medicina abordó el tema de La tuberculosis en Sucre (1901). Atraído por la fama de “La Salvadora”, decidió prestar sus servicios en hospitales del Norte de Potosí y los minerales de Uncía, donde aquel flagelo hacía estragos entre los trabajadores mineros.

En 1903 hizo una pausa en su trabajo para asistir a la campaña del Acre como médico militar, integrando la Columna Porvenir con sede en Puerto Rico; al término de la misma se reincorporó a sus funciones en el Municipio de Uncía.

En 1906 viajó a Chile para perfeccionar sus estudios, ocasión en la que conoció a Gabriel René Moreno. Viajó por España, Francia, Alemania e Inglaterra (1911-1913), donde conoció y trató de cerca a la vanguardia literaria hispanoamericana, entre ellos a Rubén Darío y Rufino Blanco Fombona. En Barcelona, España, publicó su obra En las tierras del Potosí, con prólogo de Alcides Arguedas.

A partir de la creación de la Provincia Bustillos (1908), la oficina de Asistencia Pública de la Alcaldía Municipal de Uncía contaba con un médico titular de la provincia. El cargo de médico titular de la provincia requería sacrificio y dedicación permanente, pues debía visitar por lo menos dos veces a la semana la Villa de Chayanta y poblaciones aledañas, acompañar al fiscal en hechos luctuosos o en casos de emergencia por epidemias. En 1913 una epidemia de fiebre tifoidea se desarrolló en Chururi, donde pereció la primera víctima del flagelo que se está presentando entre la raza indígena de los alrededores. La enfermedad probablemente fue importada del asiento minero de Uncía y la primera víctima de esta enfermedad acarreó el contagio para todos sus deudos.

A su retorno de Chile fue designado como el primer médico titular de la Provincia Bustillo, el 17 de julio de 1911, cargo al que renunció para asumir como médico de la Compañía “La Salvadora”, célebre mina de Simón I. Patiño. En 1914 retornó a Uncía como médico titular de la provincia, en la que permaneció hasta 1921, año en que fue contratado como médico de la Compañía Estañífera de Llallagua. Junto a él desempeñaba funciones de médico el doctor Ponce, quien lo suplía cuando Mendoza viajaba al interior de la República.

Como resultado de su experiencia en las minas denunció, en su novela En las tierras del Potosí, el lamentable estado de vida de los mineros y las palliris del Norte de Potosí.

Una faceta desconocida de su vida en las minas

Por esa época, el doctor Jaime Mendoza gozaba de merecido prestigio. Usualmente era invitado a dictar conferencias, las que fueron consideradas “muy provechosas al pueblo, dada la ilustración y bastos (sic) conocimientos del disertante”. Por ejemplo, en ocasión de las fiestas patrias de 1910 ofreció una conferencia sobre la “regeneración de la clase obrera en sus hábitos y costumbres de trabajo y sobriedad, que estuvo a la altura de la basta (sic) ilustración que distingue al conferenciante”.

En la inauguración de obras y las fiestas patrias era usual organizar exposiciones meditadas y elaboradas, que se ofrecían en veladas literario-musicales. El conferencista más destacado fue Jaime Mendoza, cuyas exposiciones despertaban el interés de todos los sectores sociales, dado el prestigio que gozaba en la población, ya sea por su condición de médico sensible y entregado a su profesión, por su reciente fama intelectual como autor de una novela que denunciaba la condición de vida los mineros, por su destreza en el manejo del Winchester y por su descollante labor en la Honorable Junta Municipal. Interactuaba con otros buenos oradores como Octavio Moscoso Gutiérrez, Ladislao Anaya, Donaciano Ibañez y Francisco Inarra, políticos liberales y empresarios mineros.

Tenía fama de ser un buen tirador –faceta no mencionada en sus biografías–, pues manejaba magistralmente el Winchester, siendo uno de los asiduos participantes en los concursos de tiro al blanco, “en que obtuvo el primer premio, dando prueba así de tener una mirada y un pulso digno de un discípulo de Galeno”. En 1910 en Uncía se organizó la Sociedad de Tiro “10 de noviembre”, que contaba con 56 socios. Jaime Mendoza era presidente activo, secundado por Juan C. Miranda, el presidente honorario era Eduardo O’Kelly, el vicepresidente honorario era Patricio O’Donahoe. Juan Calevitic y Víctor T. Mercado integraban el club. El Ministerio de Guerra entregó siete fusiles Mauser argentinos calibre 7,65 y la dotación de cuatro mil 500 municiones, a la Sociedad “10 de Noviembre” de Uncía.

En las tierras del Potosí fue valorado en Europa, donde Rubén Darío lo bautizó como “el Gorki boliviano”, hecho que provocó la reacción airada de Guillermo Lora, expresada en Frustración del novelista Jaime Mendoza (1964).


  • Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas y docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.

Sea el primero en opinar

Deja un comentario